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Ideas que expanden horizontes.

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Miremos un poco mas allá

El domingo próximo mi mitad argentina debe votar para la renovación de presidente y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, la más poderosa de todas las provincias.

Como cuando debí hacerlo en México con mi mitad mexicana, ninguno de los candidatos me entusiasma y algunos, sinceramente, me repugnan. Porque no me llegan o porque me parecen deshonestos o ignorantes. Pero no es ese el único tema del que quiero hablar hoy.

Quiero compartir además con ustedes lo que vi a través de una ventana que un muy querido amigo abrió para mí días atrás y que sinceramente, al escucharlo y después analizarlo, me dejo conmovido.

Empiezo con eso.

Me dijo más o menos textualmente: “El mayor problema que va a enfrentar el próximo gobierno no es económico sino ético y social. Se va a encontrar con un país que se ha acostumbrado a que se puede vivir sin trabajar, pasando cada quince días o cada mes por la municipalidad o por la gobernación a cobrar su subsidio por desocupado, ama de casa, travesti, preso, jefa de familia, o simplemente adherido al partido del gobierno en cualquiera de sus modos Más allá de que esto sea necesario o no porque hay provincias donde no hay otra fuente de ingresos, este modo de acción ha terminado por generar una “cultura de la dependencia” que va ser muy difícil de erradicar en el futuro, sobre todo porque no hay alternativas que la reemplacen sin mucho esfuerzo” Esto me dijo Alejandro, mi amigo.

Y su diagnóstico me re enganchó en mi último artículo sobre necesidad o placer como orientadoras de la vida. Esto, a su vez, me llevo a la imagen de “Gran hermano” y la metáfora de Orwell generando necesidades para ser el único que puede satisfacerlas, comenzó a sobrevolar mi imaginación.

Los súper estados comandando perpetuamente manadas de pueblos adolescentes es una imagen aterradora, para mí, por lo menos Educación perpetuamente en crisis con alto índice de abandono en la primaria y secundaria y pobrísimos puntajes en las evaluaciones básicas, medios de comunicación cargados de contenidos sin desafíos intelectuales, espectáculos paupérrimos pero gratis, derrotas permanentes frente al poder de la droga, pérdida constante de la capacidad de lectura, crisis perpetua en la familia por violencia interna, alto índice de abortos no planeados en adolescentes con el consiguiente aumento de mortalidad adolescente y juvenil son solo algunos de los efectos secundarios del fenómeno primario esbozado más arriba. A lo que se sumó otro efecto alucinante.

Hace unos años, trabajando en Paraguay, escuché de un periodista amigo por primera vez la imagen de los “Travestis políticos” Son esos personajes que hasta la última vez que los vimos defendían a capa y espada los colores de un partido y sus líderes y hoy, ¡Sorpresa! Saltaron la barda y con el mismo entusiasmo defienden lo que ayer denostaban con uñas y dientes. Y sus enemigos de ayer son sus aliados de hoy. Y la memoria me trae aquel viejo adagio de la política exterior estadounidense: “Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses” Y los que ayer aporreábamos, hoy nos ofrecen una mejor remuneración u oferta laboral y allí vamos. Son nuestros nuevos aliados. Tengan los valores que tengan.

Izquierda o derecha.

Rojos, amarillos o azules.

O sea que somos todos iguales.

Todo es igual, nada es mejor.

Pero por lo menos, a los gringos les va bien como país.

Quizás porque tienen principios.

Y lo ponen en su billete de un dólar…

“In god we trust”

Y aquí me tienen, con mi mitad argentina teniendo que votar el domingo. Y mi mitad mexicana teniendo que hacerlo dentro de tres años. Y mis dos pueblos empobrecidos de dinero y esperanzas. Sin fe en el futuro y sin una educación que llegue al rescate. Con líderes poco confiables y proyectos que duran un suspiro. Con El Chapo que se escapa cuando se le da la gana y mi patética presidenta haciendo negocios con los chinos que nadie puede saber cuánta Patagonia nos cuestan.

Pero quizás ha llegado el momento de preguntarme ¿Son ellos que se aprovecharon de mi nobleza, como decía el Chapulín Colorado o soy yo que no he dado la talla como ciudadano responsable de un país moderno cuando me ha necesitado? ¿He estado despierto cada vez que ha hecho falta o he dejado que los demás se hicieran cargo?

Creo que la respuesta no me va a gustar.

Hasta la próxima

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